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Mi primer abrazo

Photo by <a href="https://unsplash.com/@marcobian?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Marco Bianchetti</a> on <a href="https://unsplash.com/s/photos/hug?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Unsplash</a>
2 min. de lectura

Recuerdo con cariño cada vez que mi abuela y padres, comentaban que yo de bebé era tan buena, lo decían con cierta melancolía, porque a medida que crecía me convertí en una persona bastante incómoda, cuestionadora e impertinente.

Se quedaban viendo hacia el horizonte como tratando de traer a su mente la imagen de esa bebé en su cuna, tomando biberon aún antes de poderlo sujetar con sus propias manos, porque lo acomodaban entre toallas y cuando volvían encontraban el biberon vacío y la bebé durmiendo.

Mi mamá trabajaba y no pudo amamantarme, me cuidaba mi abuela, que era su suegra. Así que era muy rara la vez en que alguién se tomara el tiempo de tenerme en brazos.

Mi primer abrazo fue en la adolescencia, fue mi mamá quién me abrazó y no recuerdo cuál fue la razón, pero sé que mis brazos se quedaron paralizados, colgando, sin saber qué hacer; me sentí mal, me di cuenta que estaba decepcionando a mi mamá y antes de que yo reaccionara, ella me liberó.

No era culpa de nadie, ella me había tenido muy joven, con 22 años y en un ambiente familiar tenso, donde ella se sentía una intrusa en la casa de los padres de su esposo, así que su forma de sentirse útil era trabajando fuera de la casa; y yo no había tenido oportunidad de practicar los abrazos.

Pasaron décadas y todavía puedo recordarlo, porque me sentí culpable, me sentí "mala persona". En la actualidad creo que no existen personas buenas o malas, y si se tiene la capacidad de cuestionarse a uno mismo, entonces también podemos ser lo que nosotros decidamos ser.

Todos tenemos el libre albedrío de ser lo que uno mismo quiere ser.

La vida siempre vuelve a dar más oportunidades para vivir con plenitud y hoy tengo a dos hijos que me abrazan a diario, sin necesitar ningún motivo, sólo porque me ven concentrada en mi laptop y se les hace gracioso desconcentrarme para invadirme con una tormenta de emociones contradictorias en las que siempre terminan siendo los triunfadores, pues no existe mayor emoción que el amor maternal.

Parece ser que venimos a este mundo físico con retos personales y misiones para hacer evolucionar a la humanidad. Mis hijos, ambos de género masculino, tienen un punto de vista de la mujeres que rompe patrones y se hará una reacción en cadena.

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