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Los amantes Mariposa

5 min. de lectura

Los Amantes Mariposa

-Naoko, hoy es el día de tu partida, Suzuki te acompañará

Naoko intenta protestar…

-¡Silencio! Una mujer no debe responder a un hombre ¡Nunca te conseguiré un marido si te empeñas en comportarte de esa forma!-

 Exclama su padre. Y con un gesto  furioso sale de la habitación.

Así es como Naoko, el día de su catorce cumpleaños, recibe la noticia de que tiene que dejar su hogar para irse al inmenso y bullicioso hormiguero que es la ciudad de Kioto.

Naoko ha vivido siempre en su diminuto pueblo alejado del, mundo como si fuera un minúsculo grano de arroz en un gran bol. En él  nada a cambiado desde que nació: ni los comercios, ni la plaza principal en la que tantas veces jugaba con su madre y con Suzuki.

Naoko conoce cada una de sus esquinas, cada rincón cada piedra.

El humo de incienso que envuelve la habitación le irritan los ojos, pero en realidad  tiene la vista nublada de ira y de pena.

-No quiero ir- le confiesa a Suzuki. –Esta casa y sus recuerdos son todo lo que me queda de Okasan* . Menudo regalo de cumpleaños ¡No es Justo!-

Tienes que ser fuerte, Naoko – intenta consolarla Suzuki- Sabes que es por tu bien. Tampoco ha sido fácil para tu padre desde que ella nos dejó. Y allí estarás bien. Te enseñarán todo lo que debe saber una mujer.

-¡ Pero yo no quiero aprender las buenas maneras! _ Naoko se impacienta y rompe a llorar.- Déjame…  Dejame sola, Suzuki. Por favor….

Hay un peine sobre el tocador. Naoko lo coge y  lo pasa por el cabello, Era de su madre. Aquí todo es como un mausoleo ergido en su memoria.

Naoko no era más grande que un lichi* Cuano ella murió. Desde aquel funesto día en el que pusieron a su madre su kimono blanco*, Naoko sólo se viste de colores, como si quisiera teñir su tristeza.

Naoko sabe que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a ver su casa  de nuevo. La educación de una muchacha dura por lo menos cinco años. Es el tiempo que necesita para aprender el arte de servir el té, de tocar el shamisen* o de bailar con los abanicos. Y sobre todo  es el tiempo que hace falta para aprender a comportarse. Porque una joven  de mundo sólo debe hablar, levantarse, sentarse, sonreír, y casi respirar en el momento indicado.

Y eso no le gusta nada a Naoko. Lo que ella le gusta es leer, escribir poemas, y haikus*, reir cuando está contenta y llorar cuando está triste. Pero todo eso esta prohibido a una jovencita bien educada.

Naoko ve un kimono de su padre encima del isho-tansu* y se le ocurre una idea. ¡En Kioto se disfrazará de hombre e irá a estudiar literatura, como un chico!.

Pero para lograrlo Naoko necesita la ayuda de su fiel sirvienta. Suzuki es la única que hará de enlace entre su padre y ella mientras esté en la escuela.   ¡ Tiene que convencerla!

Cuando sus maletas están listas, Naoko va a buscar a Suzuki.

-Suzuki, siempre has sido una sirvienta fiel, y para mi has sido mucho más que eso. Sabes que no quiero aprender las buenas maneras.

Sería tan desgraciada que moriría de pena. En Kioto, te lo ruego, déjame sola. Te escribiré al día siguiente de mi llegada para decirte donde vivo.

-Pero Naoko…

-Te lo ruego… - le suplica Naoko, Suzuki sale a cargar las maletas en el palanquín* para emprender el viaje.

El viaje se hace interminable. El silencio es tan pesado que se puede oir el batir de las mariposas.

Naoko mira el paisaje con los ojos llenos de lágrimas. Cuanto mas se acerca a Kioto  más se apega al cielo. Poco a poco los verdes campos van dando paso al gris de las casa apretadas unas contra otras .

A la entrada de la ciudad. Suzuki rompe el silencio:
- Naoko niña mia, aquí tienes el dinero destinado a tu educación.

Úsalo bien y, sobretodo cumple tu palabra ¡Escribe mañana!

Al oir estas palabras, Naoko se lanza a los brazos de su fiel sirvienta con los ojos empañados de lágrimas.

Suzuki se va en silencio, como siempre.

Naoko se quita el kimono de mujer para ponerse  el que le ha robado a su padre, y se adentra en el bullicio de Kioto.

Le cuesta trabajo abrirse paso por las callejuelas atestadas de gente. Perdida en la inmensa ciudad y de sus propios pensamientos, Naoko tropieza de pronto con un joven.

Kamo tiene dieciséis años. El también acaba de llegar para estudiar Literatura, Matemáticas y haikus.

Enseguida se hacen amigos y deciden seguir juntos su camino. En la escuela eligen la misma habitación.

Al cabo de un tiempo Kamo y Naoko llegan a conocerse bien, Naoko disfruta cada vez más  de los ratos que pasan juntos. Los cerezos le parecen más floridos que nunca, la fruta, más dulce y sus poemas, que hasta ahora entonces habían sido tan tristes, llevan el color de la alegría. Naoko es sencillamente, feliz.

Kamo, por su parte no ha conocido nunca a nadie como Naoko. Ha encontrado a alguien con quien compartir algo más que el estudio de la literatura. Lo que más admira es su espíritu libre y vivo como un rio.

Pasan tardes enteras conversando mientras pasean por los estanques de nenúfares o contemplando las estrellas en las noches claras. Y a veces, en un momento de locura, se lanzan a correr por las calles de la ciudad, gritando y empujando a la gente, y cuando ya no pueden más, se paran y ríen a carcajadas.

Los dos amigos acaban enamorándose, lo que plantea bastantes problemas a Kamo, que cree que Naoko es un chico.

Una mañana llega a la escuela una misiva para Naoko. Suzuki le ordena que vuelva inmediatamente. Naoko, turbada, recoge sus cosas y escribe una nota dirigida a Kamo.

Pero en cuanto llega a su pueblecito alejado del mundo, Naoko se entera de que su padre la ha prometido a un hombre importante de la ciudad vecina. Intenta escapar para volver junto a Kamo pero ya ha caído en la trampa y su padre la tiene prisionera en su habitación.

Cuando Kamo descubre el mensaje que le ha dejado Naoko, comprende inmediatamente el sentido del haiku que ella ha compuesto para él.

“Amor sabrá

Si la rana que canta

Es él o es ella”

Con el corazón golpeándole el pecho, monta sobre su caballo y vuela al lado de su amada.

En el umbral de la puerta, Suzuki lo recibe.

-Hola, sirvienta. Soy Kamo Mabuchi. Vengo a pedir la mano de la dulce Naoko que me está esperando.

-¡Naoko ya no te espera!- le responde Suzuki con sequedad-

Se ha prometido y está a punto de casarse. Si la amas tal como dices, no vengas a perturbar su felicidad.

Consternando por la cruel noticia, Kamo se queda sin palabras. Vuelve a Kioto con el corazón hecho pedazos, y poco después, muere de tristeza…

La víspera de la boda, Naoko se entera de la muerte de Kamo. La joven implora a su padre que le deje dar el último a dios a quien tanto ha amado. Él no se ve capaz de negarle ese ruego.

Sin decir palabra, sin derramar una lágrima, la joven se pone el kimono blanco y se va a buscar consuelo a la tumba de su amor, con su padre y Suzuki siguiéndole los pasos.

Una terrible tormenta estremece el cementerio. El cielo parece llorar por los desdichados amantes.

Naoko, abatida se derrumba sobre la tumba de su querido Kamo, y por fin da rienda suelta a sus lágrimas. De pronto con un crujido ensordecedor, un rayo rasga el cielo y rompe la tumba. Naoko se precipita dentro en cuerpo y alma.

En un abrir y cerrar de ojos, la losa vuelve a cerrarse y un sol radiante ilumina los rostros  petrificados del padre y la sirvienta.

Mientras , Dos MARIPOSAS  escapan de una grieta de la tumba. Juntas revolotean hacia el cielo resplandeciente.

Naoko y Kamo, al fin, se aman con libertad.

Benjamín Lacombe

"Las mariposas deben estar en parejas.... Sí solo hay una estaría muy sola."

Okasan = mamá

Lichi= pequeño fruto

Kimono blanco= Solo se usa en bodas y funerales

Shamnisen= instrumento japonés de tres cuerdas

haiku= poema breve, forma de treceto de 5 y 7 sílabas

isho-tansu = mueble donde se guardan los kimonos

Palanquin= silla o litera transportada por hombres

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