En 1982 yo tenía 13 años y en la TV informaban la gran noticias del desembarco en la islas “Las islas Malvinas son argentinas” gritaban todos en la calle, con banderas celestes y blancas y sintiéndose victoriosos… Tengo tan viva la imagen de mi papá mirando la TV mientras comíamos con una cara de amargura que desentonaba con todo, y además lo explicó: -¡¿Cómo es posible que salten de contentos?! Empecé a relatarle los acontecimientos tal como lo habían descripto en el noticiero y me interrumpió. -Montse, date cuenta! Y ésa fue una de las mejores herencias que mi papá me dio: Obligarme a “Darme cuenta -¡¿Tú crees que está todo hecho?! ¿Que los ingleses van a dejar que un país subdesarrollado les quiten una colonia así como así? por supuesto que no! Y no porque sean muy valiosas las islas, sólo hay algunos pocos “hijos de ingleses” que toleran el frío y crían ovejas que es de lo único que viven… No van a dejar esto así porque tienen que dar el ejemplo a otras colonias que no están dispuestos a perder. Mi papá se convirtió en el aburrido de la fiesta y durante los dos meses y pocos días que duró la guerra… Adivinó como si tuviera una bola de cristal los acontecimientos que aún no se desarrollaban. Mi papá no es adivino, mi papá no es historiador ni especialista de política internacional, mi papá es un técnico mecánico que en ése entonces trabajaba en una fábrica, pero con criterio propio, ésa guerra en particular fue tan intensa y efímera que nos dio una grandiosa lección. En la escuela, un preceptor que tenía delirio de militar (ya que había ingresado a la escuela militar y salido al poco tiempo, aunque nadie sabía por qué) hablaba gloriosamente de las táctica militares, recuerdo muy bien que en la clase de inglés ¡Dios, qué ironía! Entró entusiasmado a felicitar a la profesora porque su hermano era aviador de las Fuerzas Aéreas Argentinas, las únicas que tuvieron un desempeño profesional en la guerra, me acuerdo como si fuera ayer, él ufano y ella mirándonos tímidamente de reojo y deseando que ése mal rato terminara pronto. Cualquier que no estuviera feliz en ésos días era un traidor a la patria. Al poco tiempo de terminada la guerra, yo estaba entre compañeros de la escuela y alguien comentó que Galtieri (el comandante en jefe, presidente en 1982) había que condenarlo a muerte, por la cantidad de jóvenes que mandó a matar, pero eran los mismos que estaban eufóricos de felicidad el 2 de Abril de ése mismo año: “No fue sólo Galtieri, no sigamos siendo borregos.” le dije, y la niña empezó a mostrar los primeros desacuerdo sociales. Le hablé de qué día había dicho mi papá que esa guerra estaba perdida y de los comentarios desaprobatorios que hacia acerca del programa especial de televisión para recaudar fondos para los soldados en la islas, mientras se transmitía. Donativos que nunca llegaron a destino. Pocos años después un documental mostraba como los soldados (la mayoría jóvenes de poco más de 18 años y con el mínimo entrenamiento) estaban muriéndose de frío y hambre porque los habían enviado sin recursos. Las joyas de abuelas y el dinero de tantas familias habían entregado, jamás llegaron a esos soldados argentinos, que deseaban ser capturados por ingleses antes que morir de hambre y frío en una triste trinchera improvisada. Es sin duda una triste historia, pero me gusta recordar esta experiencia, porque a diario aparecen noticias que tienen como único objetivo manipular la opinión pública, la democracia es un derecho, pero también es una responsabilidad, cuidemos nuestra memoria y criterio propio. Antes de dar una opinión, busquemos más de una fuente de información y usemos nuestro criterio, no necesitamos ser eruditos en la materia, sólo usar la lógica, y si eres el único que tiene una opinión diferente a los demás cuídala mucho, porque tú opinión es tan importante como cualquier otra y es tu derecho conservarla y el deber de transmitirla porque igual y alguien que sólo escucha, empieza a entender un poco más.
Caballito de mar
Mar, 03/05/2011 - 16:54
3 min. de lectura
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